lunes, 19 de noviembre de 2012

El caudillismo necesario

El origen de la palabra caudillo viene del diminutivo latino caput, que significa "cabeza", "cabecilla", y aunque no existe una definición actual única e incontrovertible, tanto en términos académicos como populares el término evoca al hombre fuerte de la política, el más eminente de todos, situado por encima de las instituciones de la democracia formal cuando ellas son apenas embrionarias, raquíticas o en plena decadencia. Caudillismo e institución democrática son elementos situados en los extremos de una línea ascendente de la evolución política en donde el primero sería el "más primitivo" y el segundo el "más desarrollado".

En este sentido, "caudillos" han sido Villa y Zapata, por ejemplo.

Cuando nos referimos al caudillo, señalamos a quienes ejercen un liderazgo especial por sus condiciones personales; que surge cuando la sociedad deja de tener confianza en las instituciones. Pesa más que sus propios partidos, tanto que a veces los aplastan.

Los caudillos no han sido necesariamente gente con arreos ideológicos o grandes proyectos de cambio social; su temeridad guerrera, sus habilidades organizativas, sus limitados escrúpulos, su capacidad para tomar decisiones drásticas, los convierten en los hombres del momento. Lograron organizar y ponerse a la cabeza de cuerpos militares triunfantes, y en su momento gozaron de una apreciable legitimidad, antes de que su sino político se eclipsara.

Peter H. Smith considera que las dictaduras y el caudillismo no son aberraciones, sino fenómenos que pueden explicarse dentro de la cultura política de la región en un largo periodo de tiempo.

El caudillo, que en su momento podía gozar de una amplia legitimidad en los círculos políticamente poderosos, pasa a ser la cabeza de un aparato político y militar cuyo mejor argumento de defensa es la procuración de la paz y el progreso.

http://www.scielo.org.mx/scielo.php?pid=S0188-77422007000100002&script=sci_arttext

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