jueves, 29 de noviembre de 2012

Crítica a la postmodernidad



Hay tantos lugares del planeta donde la pobreza es endémica que resulta impensable analizar las premisas de la posmodernidad nada más que como la aspiración de un modelo de desarrollo sustentado en la desigualdad (reflexión que puede entenderse como una crítica en sí al pensamiento posmoderno, elitista y falto de aspiraciones sociales). El desencanto frente a los proyectos políticos es otra característica posmoderna (otra claudicación); el anarquismo concreta su rechazo a la política “democrática” entendida como actividad estatal, que no encubre más que la dominación oligárquica de toda la vida, y realiza su proposición concreta de autogestión social.


Para ser claro, si recordamos que el pensamiento moderno depositó su confianza en los conceptos de evolución y progreso, me niego a considerar que la idea de perfectibilidad en todos los planos de la acción humana, individual y colectiva, se pierdan en una especie de era pesimista en lo global, narcisista y superficial en lo subjetivo, con toda suerte de ambigüedades y exenta de compromiso. La posmodernidad critica las corrientes políticas surgidas del proyecto modernista (marxismo, liberalismo, democracia…), y señala su sustrato autoritario y etnocéntrico, pero se muestra más bien inerte, sin ninguna proposición en su rechazo a la idea de progreso o revolución, frente a un sistema politico y económico globalizado, cuyas consecuencias (especialmente, la sociedad tecnológica y mediática, y la cultura de la imagen frente a la profundidad intelectual) analiza asumiéndolas. La caída del Muro de Berlín (fracaso del socialismo de Estado) pareció consolidar el pensamiento posmoderno, sin contar con las nuevas vías para el socialismo que ya abrió el anti-autoritarismo y el individualismo solidario. Utopía y progreso son desdeñados con facilidad (incuestionable para mí el segundo a pesar de no observar la historia de manera necesariamente lineal, necesaria la primera como meta de perfección para ensanchar la realidad), por lo que podemos calificar el pensamiento posmoderno con tintes conservadores.

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