Los teóricos
sociales tienden a olvidar también el papel de la comunicación masiva en las
sociedades modernas y cuando le conceden alguna atención la conciben de manera
unilateral y abiertamente negativa. Por ende, la comunicación masiva es tratada
por los teóricos sociales como una instancia de cohesión social, como un
mecanismo institucionalizado para la difusión de valores y creencias
colectivas. Esta orientación puede asumir un sesgo crítico; la comunicación
masiva es vista también como un medio de la reproducción de ideología, es
decir, como un mecanismo que al tiempo que difunde valores y creencias
colectivas mantiene las relaciones sociales existentes. De ahí la tendencia, en
los teóricos sociales críticos, a visualizar la comunicación masiva como parte
de las "industrias culturales" que adormecen a las masas y las llevan
a un estado de subordinación pasiva. También de aquí se deriva la tendencia a
tratar la comunicación masiva como -aquí tomamos la terminología de otros
teóricos sociales- un "aparato ideológico" que sirve en bloque para reproducir
el orden social. Esta perspectiva nos confronta con un problema: tiende a
asumir como un hecho lo que necesita ser demostrado; en particular, que los
mensajes transmitidos por la comunicación masiva sirven para mantener el orden
social. Por esta razón, cuando la generalidad de los teóricos sociales
pretenden analizar el papel de la comunicación masiva en las sociedades
modernas, enfocan las cuestiones relevantes de manera restrictiva, sin poner
suficiente atención en los complejos problemas planteados por la producción y
recepción de los mensajes de los medios.
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